Mi nombre diré que es Andrés puesto que por cuestiones de privacidad es que tengo estas reservas. Recaudos necesarios al menos para mí debido a que no sería mi primera vez en ser sometido a burlas estúpidas al intentar referir lo que he vivido; y que ya por haber vivenciado lo que narraré poca gracia me hace. Quisiera compartir mi historia con los lectores del sitio más que nada con el ánimo de invitar a aquellos que, como yo, han sido mancillados por eventos sin explicación y que debido esa “gente que no entiende” deciden enfrascarse en si mismos. Decido pues dar rienda suelta a mi mente y compartir esto que me ha marcado en lo profundo de mi ser y que, día a día me acompaña.
Hace algún tiempo decidimos con mi novia independizarnos del todo. Alquilar una casa fue la primera decisión que tomamos. Instancia necesaria para abandonar nuestros hogares paternales y dedicarnos a compartir nuestras vidas. Nos sentíamos dueños al fin de nuestro espacio.
Buen tiempo duró la mágica esencia de lo novedoso. De nuestra condición de pareja juntada. Pero lamentablemente no todo el que hubiéramos esperado de nuestra estancia allí.
Comenzó una noche donde pude experimentar; aunque sufrir sería la palabra que mejor cabe en la descripción de este caso en particular, lo que popularmente suele llamarse como “parálisis del sueño”. Si bien estaba despierto no podía abrir los ojos, moverme o hacer cosa alguna. La Wikipedia lo describe como una parasomnia que puede ocurrirle al menos una vez en la vida a un 50 o 60 % de la población.
Personalmente lo explico como si un interruptor de la motricidad haya sido desactivado en mí y exclusivamente las elementales tareas de mi cuerpo las únicas en quedar vigentes y sea yo consiente en todo momento de mi condición. Queda relegado al lector imaginar la genuina sensación de angustia y profundo horror que imperaba en mi mente entonces. Me encontraba expuesto a cualquier amenaza que pudiera suscitarse . Lamentablemente desde entonces este tipo de cosas se repetirían al menos dos veces por semana. Como un visitante desagradable que, aún sin nuestro consentimiento lograra escabullirse dentro de nuestras moradas en la oscuridad de la noche.
Por lo general estos eventos cesaban a los pocos minutos. Pero paulatinamente fue degradando en algo aún más hórrido. Llegando a sentir que mi cabeza explotaría o que una suerte de objeto pesado se posaba sobre mi pecho.
En un principio intenté comentarlo con mi compañera. Pero esto no era de gran ayuda ya que ella por entonces estaba embarazada y no quería alterar sus emociones con este tipo de noticias.
Con el tiempo y algo de investigación logré adecuarme un poco a estos episodios. Más por la frecuencia de estos que por cuestiones de necesidad de conocer su profundidad. Leyendo aquí y allá di con un Mantra (una suerte de rezo o canto hindú o budista) que me ayudó muchísimo para lograr relajarme y salir de esos estados.
Los meses fueron pasando y el hecho de tener que ser reservado con lo que me sucedía fue deteriorando mi equilibrio de manera abismal. Llegué a pensar en dirigirme a la Clínica Sindical o algún especialista aún a sabiendas de que nada lograrían con mi condición. Para colmo de males, como si fuera poca cosa quedar paralizado en pleno trámite de sueño. Justamente a ello debo agregar que se sumó una muy perturbadora presencia. Comencé a percibir que una mujer anciana me vigilaba de cerca durante aquellos incidentes.
No sé describir con vehemencia si era debido a su forma de vigilarme o su sola presencia lo que me ponía la carne de gallina. Lo que si puedo precisar es que en nada ayudaba a mejorar mi condición y aún más dificultaba mis posibilidades de compartir mis vivencias sin ser sujeto de burlas.
Poco queda agregar a toda esta maraña que pretende ser anécdota. Simplemente que, apenas días antes de empacar para mudarnos otra vez. Un remisero que me llevaba hacia mi casa luego de unos trámites me contó, como si tal cosa fuera, que en la casa donde estábamos viviendo. Lejos en el tiempo. Una anciana mujer había fallecido en la habitación donde precisamente descansábamos con mi novia.
Hace años que felizmente vivimos en familia y en nuestro propio hogar. Pero de tanto en tanto, recuerdo aquellos acontecimientos y no puedo evitar sentir un escalofrío recorriendo mi espina.

La siguiente historia fue enviada por Andrés y escrita por Agustin Chiappara
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