Un extraño inquilino en Araoz

Mi relato tuvo lugar hace ya varios años. Cuando por entonces vivíamos en una vieja casa ubicada en calle Araoz. Los pisos eran de parquet y las habitaciones estaban divididas por un placard grande. Precisamente la pieza matrimonial donde dormían mis padres y la que compartía con mi hermana.

Siempre fuimos una familia religiosa. Cristianos practicantes que acostumbramos a asistir al templo para orar y practicar nuestra fe. Fe que fue mi sostén en aquellos momentos difíciles e inexplicables. Ya que como más adelante detallaré fue de vital importancia hacer uso de este sostén espiritual. Hubo noches en que podíamos oír ruidos muy extraños en la casa, similares a golpes o pasos que podían escucharse en lo profundo del silencio nocturno. Pero como los pisos e incluso algunas otras partes de la casa estaban hechas con madera sospechábamos que se debía simplemente al ensanchamiento o encogimiento de la misma por efecto de las diferencias de temperatura y la humedad. Lamentablemente descubriría con sobrada evidencia que algo, más allá de cualquier explicación versada en la lógica o en la física se encargaba de manifestarse de dicha manera.

Mis sospechas comenezaron cuando al invitar unos amigos de mi congregación cristiana a mi hogar para tomar unos mates y charlar ellos no demoraron en comentar que presentían que el ambiente allí era muy raro. A pesar de ello en un comienzo no le di gran importancia pero luego encontraría en sus afirmaciones cierto aferro.

Tomamos contacto con los anteriores inquilinos de la vivienda; simplemente para confirmar lo más temido. Ellos también experimentaron eventos similares. Sus hijas despertaban llorando desconsoladas por las noches y las discusiones y enfrentamientos conyugales fueron en crescendo hasta el momento último de su residencia en el lugar. Cosas que de igual manera nos estaban ocurriendo entonces a nosotros. Puesto que mis padres fueron horadando poco a poco su relación hasta dejarla devastada.

Una vez invitamos a los pastores de nuestra congregación para que verifiquen nuestro hogar y, en lo posible que depositen allí sus mejores bendiciones para poder vivir en paz. Sucedió que por boca de ellos nos enteramos que sus impresiones al entrar fueron que la casa estaba “apagada” y que sentía que moraban en ella “malos aires”. Ellos bendijeron la casa y para nuestro profundo alivio los sucesos extraños cesaron. Al menos por un tiempo.

A pesar de que los eventos inexplicables ya no molestaban. La relacion entre mis padres había quedado corroída. Como si las heridas entre sus lazos no pudieran sanar completamente. En suma la relación entre la familia en sí ya era precaria puesto que todos empezamos a reñir más a menudo.

Una noche quedamos con una amiga para salir a comer. Mis padres se habían ido al campo de mi hermana a pasar el día y la casa quedaba sola. Asi que cuando volví decidí quedarme a mirar un poco la tele a la cocina para pasar el rato. Luego de un tiempo pude percibir ruidos que parecían provenir de unas cestas de mimbre que tenía mi madre y que ella las usaba para colocar arreglos florales. En un principio sospeché que ser trataban de lauchas o alguna otra alimaña. En la pugna del tiempo es difícil que el humano pueda derrotar al advenimiento de la naturaleza, por lo que cucarachas, ratas o lauchas en este caso terminan por lograr hacerse de un “hueco” en la familia. Pero descubrí que no se trataba de lauchas quedando helada del susto al ver que delante de mí se cerraba bruscamente la puerta de la cocina. A pesar de ello decidí encarar la situación por lo que fui a revisar. Al abrir la puerta encuestión vi que la puerta del baño se abría para luego cerrarse violentamente. El susto fue mayúsculo por lo que me fui corriendo a mi habitación y cerré la puerta con traba para estar más segura. Llamé a mis padres alertandoles de lo ocurrido. Tiempo después cuando mis padres llegaron se encargaron de revisar cada recodo de la casa para no encontrar absolutamente nada. Ladrones, si lo fueron, extrañamente abandonaron la casa sin llevarse nada y sin dejar rastros. De todas formas pedí a mis padres poder dormir con ellos esa noche porque la sensación de inseguridad y de temor aún perduraba en mi interior.

A pesar de que varios meses pasaron de aquel últmo evento. El vínculo entre mis padres dió el último aliento de vida para marchitarse al fin. Quedé con mi madre viviendo en esa casa. El tiempo se encargó de borrarme de la memoria aquellos escalofriantes sucesos. Pero una noche. En lo profundo de la madrugada me encontraba sola durmiendo en la cama de mi madre. Me despertaron unos pasos inquietantes que provenían de la espesura de la oscuridad. Auné fuerzas para ignorar aquello y seguir durmiendo pero fue en vano, quedé desvelada y con mi corazón palpitando del espanto.

Al regresar mi madre decidí contarle lo ocurrido. Pero poco pudimos hacer entre las dos más que comentarlo con el pastor de la congregación. No obtuvimos de ello mayor respuesta que, según su opinión, aquellas cosas ocurrían siempre en mi presencia por mi personalidad temerosa.

Poco quedaría referir de ese pasado. Según recuerdo, en otra ocasión los ruidos provenian de una suerte de altillo que tenía aquella casa. Pero esta vez no eran pasos sino que el sonido se asemejaba más a alguien gateando. Tiempo después nos mudamos a otro lugar porque nuestra economía empezó a mermar y por fortuna nada volví a oír o padecer.

 

Esta historia fue enviada por una Lectora de la página, a quien agradecemos su confianza , y escrita por Agustin Chiappara

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